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Mostrando entradas de junio, 2016

Como antes...

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(este fragmento fue escrito en 2002 en medio de un amor profundo y una ausencia completa) ¿Cuando fue? La última noche en que mire en tus ojos El rostro del hoy anciano Que enamorado aun de ti Lamenta errores, Llora amores Y extraña Los dulces labios tiernos Que tanto decían te amo… Que tanto… Que hoy tanto los extraño. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Amor mio Desde que lo eras… ¿Cuándo fue la última vez Que recordé tu rostro? ¿Que anhelé tu amor? Instantes ¿acaso? Sólo un suspiro sepárame de Aquel momento, Repetido día tras día, Minuto a minuto Desde hace tanto… Desde que era feliz… Desde donde lo era.

Aunque mis días tengan lágrimas, las estrellas las vi en tus ojos!

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Aunque mis días tengan lágrimas, las estrellas las vi en tus ojos! Vislumbran rayos de sol y aún estoy en vela, anhelando tu presencia a cada suspiro entre humo pasado por vaco, dios que brinda a mi salud y mi soledad, me alcanza el alba perdiendo tus suspiros en mis errores. Fue tu piel esquiva esta noche, fue tu nombre constante entre mis lágrimas, fuiste recuerdo, fuiste la luz de que anhelé en aquellas pálidas estrellas que testigos fueron de cada lamento y reproche a la distancia. Recuerdo el principio del tiempo en nuestros suspiros, noches cálidas y amaneceres febriles en medio de tu piel, allí cuando conquistaba el mundo me viste a la par en travesuras y me superaste en perversiones. Allí donde el camino que pierde el asfalto y ganamos valor de perder nuestra ropa fue donde comenzó este juego. Fui un reto o una venganza, aun no me es claro, fue desidia o reproche, aun no defino, fuimos esa noche y de cuando en vez cada suspiro que coincidía, en esa la llama que consum

Juzgar.

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Cuenta el mito que aquel hombre de apariencia muy distinta a la que el renacimiento nos impuso por temores y egocentrismo alentó a la muchedumbre a lanzar la primera piedra a aquella adúltera al sentirse libre de culpa, libre de cualquier sesgo de envidia y reproche a sus propias frustraciones… Emitir un juicio irresponsable sobre algún acto calificado de pecado es casi que una voluntad humana, es innato en el ser cuestionar los comportamientos ajenos más cuando prestan una satisfacción emocional y/o física mejor que los actos de los quien le juzgan. ¡Juzgar es el desahogo de quien envidia!  Parece que el hecho de juzgar al otro es solo la compensación producto de la comparación entre los errores del otro y los propios, asi: Emitir un juzgamiento de reproche y condena por acto alguno demuestra que aquello juzgado supera en algún modo los deseos internos y demuestra que los propios actos, vistos como falla o acierto, no sacian el sentir y por ello se siente agredido, humi

El Auto amor, no es un acto individual.

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Consentirse no es un acto egoísta como muchas religiones han satanizado, de hecho es un compartir, ya que en tal acto, que no siempre se hace a solas, cohexisten el ser auto satisfaciéndose, el fuego que le acoge y el recuerdo presente del objeto del placer: el anhelo y recuerdo de su ser deseado! Siendo éste,  ¡Quizás el más importante! Este recuerdo bien puede avivar con su atestiguar virtual... Quizás sea entonces la óptica de tal placer algunas letras como estas....  Leve y sutil susurro al tacto de tu pupila que desata la chispa en el indómito sentir de tu piel. Tu cuerpo ha contenido represión por tanto tiempo que desata apocalípsis moral en tu razón, sientes la flama en aquellos dígitos qué digital fotografías destinadas a mi anhelo. Camino de tu seno toman cuando abres el chat de nuestros encuentros, liberando las aureolas agudas qué revelan tus intensiones para con mis palabras. Tu ropas desaparecen a lado y lado de la cama mientras reposas sobre el colchón que ya ha

Tiempo atrás...

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Cual giróscopo sostienes a cada paso que nos guía al cuarto mi anhelo próximo de tenerte… Mi mano en tu cintura llena de ritmo mi corazón y fortalece mis ansias de tenerte, qué llegan a tope cuando al abrir la Puerta pierdes los estribos. Me invitas a tomar asiento y es tu baile quien desata mi lujuria, pierdes la ropa como yo mi estado en este mundo, lanzar tu ropa a mi rostro y perfectamente delíneas con tus manos las formas a las que sucumbo sin pena. Veo tu cuerpo y el tiempo se dilata como mi pasión por ti, fuerte y firme ansioso esperando el momento de hacer del tiempo tras de ti el mejor sacrificio que he hecho esperando portón esta noche. Tiempo atrás de ti, bajo este paisaje es aquella bendición que un ateo no ha de merecer pero que disfruta sin reparo.  Difícil decir qué me gustaría tocar primero con mis labios… tu piel o los tuyos… y más difícil elegir el lugar donde mi falo asistirá primero.. Tu piel o tus labios… aquellos que tanto placer me saben dar guíen dime hasta su m

Arrepentimiento en aquellas noches de tu ausencia!

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Como gotas de lluvia mis lágrimas y los granos del reloj de arena que regulan mi agonía, caen al vacío que instauró tu ausencia, inculme caída que silencia mi latir… El dolor de perderte se agudiza con el eco de tu ausencia, hiere sin mesura y colma, lo que en tu presencia eran solo destellos de felicidad, de lacónico y frustrante silencio gris en el que me marchito sediento de al menos el susurro de tu respiración, aquellas las que contemplar tanto disfrutaba. De arapos se llenan mis recuerdos, esos mismos que te veo usar y antes afanabas por perder, retazos marchitos hajados de lavar qué construyen mi único manto, el que resguarda mi reseca piel en la ausencia de tus caricias. Extraño verte, sentir esa loca mirada, esa mísera y frustrante mueca qué me daba lugar en tus banalidades, esa caricia rebosante de lujuria qué repetidas hasta que por fin perdíamos la razón luego de la ropa. No me acostumbro a la distancia entre nuestras pieles, no me resigno al frío helado de mi colchón,

Cuando no ha de haber...

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Y entonces al morir mi cuerpo será tratado como tal, despojo orgánico qué por fin se vence a la descompresión. Será llevado sin más queja de algún sollozo que reconoció en vida la pena que algún ser pueda soportar. No recibirá más honores qué el de ser olvidado por el viento y los tibios suspiros :¡qué no lave la muerte el mal nombre qué quise darme! Que no sea un evento donde la hipocresía reine y el olvido de aquellos segundos en los que me he sentido vivo manche en algún acto con virtud mi despojo. Qué se conduzca sin cortejo y menor con rituales inútiles qué solo menguan la impotencia de la condición humana. Ha de ser la simpleza putrefacto del hedor humano el último reporte a tantos dioses que supieron arrancar de mis brazos tantos y miles seres amados. Un reproche silencioso que solo los que saben sufrir han de valorar. La muerte, no es más que aquella asintomática vertical en el eje del tiempo, aquella que no disfrutaré por haberme desconocido antes de hablarle, aquel razo