Arrepentimiento en aquellas noches de tu ausencia!

Como gotas de lluvia mis lágrimas y los granos del reloj de arena que regulan mi agonía, caen al vacío que instauró tu ausencia, inculme caída que silencia mi latir…
El dolor de perderte se agudiza con el eco de tu ausencia, hiere sin mesura y colma, lo que en tu presencia eran solo destellos de felicidad, de lacónico y frustrante silencio gris en el que me marchito sediento de al menos el susurro de tu respiración, aquellas las que contemplar tanto disfrutaba.
De arapos se llenan mis recuerdos, esos mismos que te veo usar y antes afanabas por perder, retazos marchitos hajados de lavar qué construyen mi único manto, el que resguarda mi reseca piel en la ausencia de tus caricias. Extraño verte, sentir esa loca mirada, esa mísera y frustrante mueca qué me daba lugar en tus banalidades, esa caricia rebosante de lujuria qué repetidas hasta que por fin perdíamos la razón luego de la ropa.
No me acostumbro a la distancia entre nuestras pieles, no me resigno al frío helado de mi colchón, ni al sexo vientre que luces lejos de mi. Son tus fotografías las qué alientan aun esos segundos de inquisidor anhelo de volverte a tener.
Ambos hemos perdido en esta loca guerra de orgullo e hirientes palabras, de errores fortuitos y de majestuosos derroches de sarcasmo. Ambos perdimos, pero creo que soy yo quien aun conserva la esperanza de tenerte algún día y por ello he perdido aun más de lo que se transcribe con mis actos.
Otras pieles ya vendrán a la ruta como antes la mía acudía, otras pasiones quizás han llenado el vacío que supongo habré dejado, con la misma falta de plenitud qué algunas me han mostrado en mi mismo afán.













Estar distantes por cuestiones nombre evocan aquel relato de Verona, aunque en él se ha visto un actuar trágico que espero no repetir por errores ortográficos. Aquel relato se fundó en el drama de un amor negado pero vivo, mientras que el nuestro muere con cada restricción de aquellos padres que no dan pié a la incertidumbre.
Este, aquel amor prohibido por la familia no acoge la virtud del perdón y se cega con la ira de la especulación. Siendo tarde en nuestro sentir el rebatir de aquellos actos que quizás no fueron los mejores acojo la pena de saberte mía en aquellas noches de amor jurado, de amor profundo, tibio y húmedo, de un verdadero amor pero ajena a mis dedos.
Abrazo el manto qué me ayudaste a construir para aquellas noches qué sabíamos iban a llegar bajo estrellas y humo, bajo amargo lúpulo y prados áridos. Esas noches a las que me enfrento solo en tu ausencia me revuelven en el arrepentimiento de no haber hecho un poco más de lo mágicamente imposible… amarte como ellos buscaban… como tu quisiste!

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