Ocultos: De la mirada que juzga, de la moral que reprime, del pecado de su pasión.

La vía apenas renuncia al brillo del sol y sobre si reposa la huella de aquella motocicleta pálida que huye de la moral.

Aquella noche la lluvia lavó las vías y el rostro de quienes no deseaban llegar a sus frías camas ausentes de pasión. De una y otra manera jugaron entre sombras a la luz de las miradas tratando de ver el reloj dilatar su fuga.

Cuando ya las miradas les delataba y aún con la humedad de la lluvia en un beso furtivo y el despliegue de danza ambos en fuga se lanzan al abismo y deciden juntos recorrer aquellos once kilómetros que les separa de su unión!

En el camino las dudas les asaltan pero en cada beso les apaciguan, a da uno tuvo ya sus compromisos y se rindió a la dulce tentación de explorarse, de rastrear sus límites hasta perder sus estribos, cada uno deja en su afán de placer el nombre de monótonas relaciones y se encamina en la vertiginosa carrera de hacer que cada segundo de aquella noche húmeda valga todo el riesgo.

Pareciera que la tormenta les persiguiera, pero en realidad les cubre, dejo las vías desoladas, llena de árboles rasgados como la ropa de aquellos amantes en su afán de tenerse, llena de humedad como desde antes de esta estaban los dedos de ambos. El fluido eléctrico ya se había perdido de las edificaciones, quizás para entonces solo desbordaban de energía los labios que se devoraban entre sí aún cuando el resguardo de su habitación no alcanzaban.

Allí en aquel puerto las miradas cómplices sonrojan las mejillas de aquella inocente apasionada y del afortunado ser que ya hacía sus fantasías realidad en la humedad de aquella noche.

Tan pronto en refugio la oscura y fría noche contrasta en su opuesto.
Como describir un tornado de besos, un diluvio de pasiones y sismos entre las piernas.

Entre los destellos de los autos que aparcan al rededor el dorado de sus largos cabellos iluminaban el abdomen sobre el cual reposaban, a estos se aferraba quien con brillo en sus ojos y saliva entre sus piernas gozaba mordiente los labios que habían vencido la barrera de su ropa. Ella no alcanzaba a mencionar palabras entre el diluvio de sus piernas y el ahogo en sus labios, para ella todo era casi nuevo, pocas veces era tratada así, como sin el respeto de la inocencia y más con el rústico de los instintos, ella pocas veces perdía su ropa con tal ligereza o con las ansias que parecían violencia, su cuerpo reflejaba la experiencia y conservaba aún las mágicas relaciones aureas entre los perímetros de las perchas curvas que algunos cirujanos intentan emular.

Sobre ella, Hablar de la forma de su cuerpo era redundar en belleza, firmeza y humedad, su jadeante pecho mostraba el afán de placer y sus piernas largas se aferraban a la por sus uñas rasgada espalda, su delicado abdomen es el horizonte perfecto para ver bailar su voluminoso pecho que no se cansa de rebotar cada vez que de su boca se exclama la pasión dentro de su ser ardiendo.

Su sonrisa de metal no contiene las espesas gotas de la fascinación y de los besos en casi setenta que mutuamente se otorgan, no existe arriba o abajo envueltos entre el extenso de sus cabellos y sus piernas, entre la hábil lengua de uno y la profunda garganta de otra. No hay tiempo ni edades, no hay condición ni razón, no hay límites para la elasticidad de una pasión que brota como fuente, labios hablantes junto a labios elocuentes, modulantes junto a moldeables, labios sus distinción se dedican unos a otros, cuáles revuelven ágilmente con lenguas indescifrables y los que le bañan a cántaros agradecidos con tanto placer. Las piernas que comprimen los oídos no niegan los ecos de pasión que resuenan en el pecho latiente y agudamente coronado con las aureolas del caramelo mágico de ambrosía.

Aferrado a amplios volúmenes y desesperado por sentir las letras de los sonidos que aún no se oyen desde lo más profundo del latir, se ve inculmen si no recibe el abatir del placer infinito apoyando ambos sus rodillas, rasgando ella las sábanas y enredado él en sus cabellos y por ello desvuelve el manto de inocencia y le abraza con el vigor de sus ansias, a ella resguarda su pasión el su interior con afán y empeño desesperado, repeticiones placenteras que alcanzan frecuencias irrepetibles, aplausos a manos llenas, impactos sin reproches, el cuerpo se extremece sin esconder su satisfacción con cada onda que recorre hasta el cuello ahogado en placer…

Es casi salvaje la manera como se sujetan uno al otro: ella le retiene en su interior aferrada a la almohada y él desde su cuello y su cintura comprime sin medida la pasión que desborda por su silueta, ella le tiene para sí y él acude en devoción casi litúrgica al altar que enmarcan sus rodillas que altivas ilustran sus caderas, ella ara en surcos la espalda de quien le desea con sus inocentes uñas y él dilata la fuente húmeda que ella soslaya por saciar.




Desde su espalda ella siente aquella pasión profunda que le invade, su latir se presiona entre los dedos que aún guardan su propio espesor, su cabello anuda la mano que le hala y le guía y a su oído escucha la poesía lúgubre que le aviva si gotear, es presa de quien en afán de explotar dentro de sí le contrae abruptamente contra las superficies aledañas, ya ella no reconoce superficie por más de dos impactos y él no detiene su abatir por más que broten alaridos de cada rincón del cuarto. Ella no conoce de cansancio ni él de inocencia, juntos aceleran las idas y venidas del amor y la pasión para unidos en un solo eco explotar por doquier de pasión y deseo, de ansias y fantasías espesas hechas realidad, ambos ya vieron en los remolinos de sábanas y cuerpos escurrir el placer de quienes con ansias ocultos se encuentran, ambos ya se regocijan en el latir del otro, ambos ya pueden suspirar en cuasi calma mientras el aliento regresa a sus cuerpos.

Tras vestirse no hay mucho que escribir, juegos románticos y platicas sinceras en camino a casa, sonrisas al sol de la mañana que descubre la mirada pernoctada de quienes se amaron toda la noche, murmullos al viento que delata con pudor el paseo de ambos. En el valle le deja sin que la cima se afane, y ella con la sonrisa tímida esboza un beso fugas rogando quizás no sean muchos los testigos , él entre tanto se saborea aún entre labios mientras le ve escalar hacia la cima satisfecho y saciado de haberse encontrado el perderse, de mostrarse tanta pasión uno a otro ocultos!

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