Noches, aquella excusa de ser.
Noches, aquella excusa de ser. Digamos que hay noches en las que me trago esos suspiros que en busca de tu piel lanzo en desasosiego, sin rumbo ni razón aparente pero a tu piel, tus labios, aquellos que tras suspiros me muestran el verdadero sentido de mi latir. Digamos que esas noches la luna me escucha recriminaciones por aquellos anhelos que de mis labios no alcanzan tu oído quien ha recibido tan solo una pequeñísima fracción de lo que mi pecho resguarda cuando leo en mis pupilas el afán de mis fantasías tras el eco de tu recuerdo, el mismo que me habita segundo tras suspiro en mis soledades frías casi tanto como mis sábanas condenadas a su inmaculada inutilidad desde que ya no les visitas. Digamos que las paredes de mi cuarto extrañan aquellos suspiros que religiosamente liberabas expresando el ritmo de mis labios entre tu ser y cuerpo oprimido la cortada de respiración que tu deseo producía. Digamos que hay noches en la que las letras guardan nuestros secretos de encuentros