Los éxitos en educación, un ensayo acerca de la educación prohibida

Los éxitos en educación, un ensayo acerca de la educación prohibida




La educación es es una herramienta de mejora social, pero como herramienta, su uso es relativo al operador de ella. No es buena en sí, no es mala per se, es solo la herramienta que transforma materia prima.

La escuela en su contexto se ha dado el lujo de errar con tal eficiencia que incluso es una antítesis de sí misma. En su fin el acto educativo ha de trascender hasta la formación propia y racional del educando, la transformación de su conciencia misma producto de las relaciones cognoscitivas instauradas entre objetos y sujetos mediadas por su significado ha de ser el resultado culmen de cada paso en el proceso educativo, sin entenderse este como formal. Pero este logro adeuda al ser en cuanto a la agregación cultural que la educación en su intensión ha de perseguir.
“la educación está prohibida” relata el personaje del documental la educación prohibida. alrededor de este se gesta un acto de valentía educativa, de vigor consecuente con su proceso educativo que tatúa en sí las huellas de su formación. Prohibida argumenta sobre quién se desarrolla la trama, dilatada por la apreciación argumentada de diversos exponentes de diversos países con nutridas dificultades en el sistema educativo. Tales argumentos hacen referencia evidente al fracaso de la escuela como ente represor, como regulador del proceso creativo y autónomo de un ser ansioso de sentido en lo que aprende, el desarrollo de sus habilidades parece entonces limitarse a las réplica de prácticas técnicas y mecánicas que han demostrado solo perpetuar la regularización de ciertos cánones socialmente impuestos, práctica que representa esencialmente aquella educación bancaria que freiré (1970) evidenció en su reclamo por la inaceptable práctica de la educación bancaria, absorta a la diferencia y a la multidiversidad de saberes.
Así como no hay saberes mejores ni peores, como freiré lo indica, la educación no puede verse ni mala ni buena, sino diferente, aunque nunca neutra, aprender metódicamente a manera de lego no puede garantizar una educación interdisciplinar ni menos una formación ética llena de complementariedad de los saberes.
Desde sus intensiones primarias la escuela, como herramienta conductual, ha mutado como cualquier ser vivo, acudiendo a las necesidades y vicisitudes que el paradigma predominante temporoespacialmente concebido a solicitado como suplente de las falencias propias de la sociedad construida sobre brechas sociales abismales. La escuela entonces, vista como modelo de cohesión y coerción social inicia bajo parámetros palestinos de una sociedad que aquejan la disciplina y la regularización de relaciones de poder vertical, alcanza a justo temor la rigidez propia del autoritarismo que conlleva a educar seres disciplinados, mecánicos y déspotas fruto de sus prácticas mismas, frustrados como ser, regulados como cosas.
Paradójico es que la luz a praxis de la educación haya llevado al ser mismo a replantearse la educación con el uso de sí para ser afable a las carencias emocionales e instintiva de la humanidad, para promover la creatividad suprimida otrora y proyectar la Potencialidad innovadora de quienes no anhelamos se perpetúe en futuros aquel verbo pálido y escuálido gris del despojo que hemos sabido ser. La escuela activa, aquella donde no sólo es importante la memoria y la destreza sino la práctica misma creativa de la expresión individual y colectiva se convierte entonces en el aire del asfixiado y tedioso sistema, en un boom de exóticas prácticas multicolores y divergentes, mediadas por las motivaciones propias y la autorregulación de cada parte que le compete.
Antes entre leído, en educación no ha de catalogarse como bueno o malo cosa alguna, en contraste con ambos tipos de escuela, las falencias de uno son fortalezas quizás de quien pareciera su antagónica versión. Lo que en una fue temor, en la otra se configura como la motivación misma del educando y la libertad ecléctica de la otra acarrea la responsabilidad de la autorregulación. Estas dos antagónicas y casi rostros de un mismo ser como los que Stevenson (1886) hubo de mostrar son tan solo flores que del mismo arbusto se hubo de observar aunque ninguna por atractiva que sea puede puede decir que su néctar ha de ser ambrosía. Ambas expresiones coyunturales son melodías y silencios en su momento cada sí, no son panacea per sé, son sol, tierra y luna en un eclipse, pues de nada sirve la disciplina cuando cega la creatividad y de nada vale la libertad cuando oprime. No son luz y sombras sino más bien claro oscuros que desvelan la imagen en su contraste y coincidencias.
La educación tiene que ser víctima de su propio éxito y no ser exitosa en su fracaso, la educación debe dar la libertad de regularse bajo principios de alienación. Sin especializarse la educación debe ser versada en la diferencia permitiendo estación de praxis de contenidos e incredulidad por lo establecido. Deben entonces complementarse en configuración no ambos modelos de escuela, sino sus componentes regulados, versados en una práctica nutrida de motivación e innovación, rigurosidad y respeto, dinamismo y fluidez y ante todo la concepción de que la educación ha de llevar a una práctica teorizar reflexiva en donde la direccionalidad de los saberes, aprendizajes y enseñanzas transitan en relaciones horizontales entre educando, educador y contenido.
Los éxitos en la Educación están entonces dados por las crisis a que ella misma ha de acorralarse, estarán dados gracias a aquellos fracasos que este dispuesta a aceptar, estaran limitados a éstos, al repensarse en clave de asimilación flexible de prácticas amenas, de actos valerosos de voces inconformes que ven el vacío como oportunidad de inclusión. 





Freire, P. (1970). Pedagogía del Oprimido. México: Siglo XXI.
Stevenson, L. (1886) Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde. London.

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