El pecado de amar...

Dogmas impuestos por lustros, religiones implantadas en la ética social, tantas maneras de arrimar el estado de paz y tranquilidad del humano. 

El pecado es aquel acto impuro y castigarse que una mente se ufana cometer en contra de la palabra sagrada que no sostiene un escrutinio de imparcialidad y solvencia lógica. Tachar de pecado es quizás la peor discriminación y represión emocional que estructuras religiosas han podido diseñar intencionalmente para mantener la tienda sobre la pasión y la venda sobre la lógica. Pecar es el más grande temor infundado irracionalmente en la mente de los fieles ciegos que anteponen el capricho ajeno a la pasión propia. Pecar es vivir libremente para muchos, expresar sus sentimientos emocionales y corpóreos, es evadir la responsabilidad de un apellido o apariencia estatutaria de la alcurnia de una sociedad podrida por la doble moral. Pecar es reprimir los placeres de sí, y negarse a la exploración de su cuerpo y de otros. Pecar es planificar sin darlo a conocer a su madre, parece que a una familia le importa más la vergüenza de ver planificando a su hija, que la irresponsabilidad de un embarazo que han de recriminar a futuro menguado la autoestima de más de dos generaciones. 

¡Duele ver cómo todo es pecado! 

Duele que la firma de represión de un padre a su hija sea el desprecio cuando esta no ha podido acallar su corazón y su piel, duele aun más cuando este comportamiento es aplaudido por similares resentidos, pero aún más, cuando es por una comunidad que al reflexionar en sus actos no logra ver la inmundicia en la que se fundamenta, la podredumbre sobre la cual basan su fe, la errónea visión de liberación social basada en la opresión y represión, así como en la supresión del deseo, de la piel, del amor, del sentir... 

Ellos pecan, lo hacen movidos por el amor. El amor los impulsa al pecado y si el amor es quien promueve estos encuentros al oculto de la mirada envidiosa de quien frío su corazón está es este pecado una bendición porque nada que nazca de un amor puro puede ser pecaminoso, ni puede ser tachado de maldad cuando dos corazones que se desviven en suspiros uno por el otro, cuando la sonrisa de su par es la única finalidad de sus palabras y el orgasmo vívido el de cada beso, de cada caricia,  de cada movimiento interjectivo. 

Es paradójico que sea pecado el producto del amor y que justamente sea pecar la única forma de sentir plenamente realizada la existencia humana, la única forma de llegar al paraíso... Llegar al cielo pecando en tu piel! 




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