Gracias a las lágrimas que lavan mi mirada...

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He aprendido que el llanto en silencio, el llanto para mis adentros es el mayor gesto de orgullo y de dolor.. No busca la compasión ajena sino que reclama el vibrar de cada recóndita fantasía que tras pupilas se gesta... No reclama al olvido de deidades acostumbradas al desdén, tan solo procura desanudar la garganta y desnudar la sincera mirada de quien lamenta el azar de los segundos...

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De fuego reprimido

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De nuevo al fango pero al menos no olvido tu nombre.

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Hoy comienza de nuevo la catarsis química a la que me arrojo como tú a mis anhelos, aquí subyace la pérdida de mi fortaleza, la misma que dedique a tu mirada y de mi felicidad, aquella que tu piel sabía resguardarla. Aquí estoy con el más mínimo anhelo de sonreír, con la angustia de mis días venideros ajenos a tu presencia. No se movía mi corazón antes de conocerte y tras hallarte no hay segundo que deje de saltar en tu nombre, incluso ahora que te desvaneces mi corazón se rehusa a limitar mis suspiros, tuyos todos. Aquí comienza entonces mi lamento, mi desahogo por lo que exhorto al lector a que renuncie a su intención de seguir leyendo. Apenas despierto y mis labios sin los tuyos ya saben qué medicamento requiere, aún no lo ingiero y ya mis esperanzas rotas por tu ausencia continua por tantos meses me alientan a un mañana, alcanzar ese estado incompleto, frustrante y doloroso de saber que no te tengo pero que aprenderé a llevar con cada una de las cápsulas ingeridas, hasta que hallan
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¿Para qué olvidarme si existe el perdón?¿Para qué perdonarme si existe el olvido?

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En ocasiones algunos recuerdos invaden mi olvido y tanto sonrisas como suspiros se escapan del destierro al que las lágrimas enviaron sueños y anhelos, propósitos y tu nombre. Aquel horizonte lánguido comenzó similar al que habito, pero ahora ni le reconozco: Ya, el fuego de sus fronteras no forma rostros iracundos ni vocifera improperios plagados de tu eco. Ya ni siquiera persisten las promesas que me hice de tratar de volver a los latidos que fervientes se te ofrecían, es más, como mi nombre en tu pasado, ya en mis reproches a ti ni les hallo. El olvido pudo ser el anhelo rogado en otrora como lavado del sufrimiento que dejó el cruce de nuestras existencias, aquel que sin aviso ocupó la primavera de mis sentimientos pero que más allá del ocaso de las ambiciones terminó como la gélida tundra en la pálida lápida en la que yacen aquellas cosas que nunca hicimos. El perdón pasó a ser el anhelo de mis segundos al reconocer mi complejidad emocional pero pronto le comprendo ajeno y político
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