El egoísmo de compartirte.

No me había fijado en la profundidad de tu mirada, en la elocuente sonrisa que enmarcan tus rojos mágicos y seductores labios, a tesoro para mi el recuerdo de tu aroma como el más egoísta celoso del mundo. También con celo resguardo las palabras, lugares y pasiones que ocultos hemos compartido furtivos bajo la ignorancia de nuestros perseguidores, son sólo nuestras las estrellas en medio de aquella nada que representa nuestro todo y cual presos fugados, como tu mirada en las estrellas, somos libres en nuestro rincón secreto, en nuestras cimas verde y oro cuyo viento nos envuelve sin prendas y bajo el abrigo del fuego y sus sombras. Al igual que la luna, dedico mis noches en el incesante afán de bañar tu piel en el Brillo espeso blanco de mi fascinación por tu ser, comparto con las estrellas el palpitar de mi pecho como en tus ojos ella cuales sueños flotantes entre suspiros en el regocijo de tu descanso exhausta sobre mi pecho, comparto con el sol su debilidad por buscar tu piel y ser la gota que resbala besándola cuando recibes la lluvia sin temor, envidio al aire que aunque furtivo recoge el aroma de tus suspiros y los atesora como su fantasía más preciada, como lo hago yo con cada suspiro que tus fotos producen en aquellas noches en que tanto anhelo sentirte.

No limito tu piel al goce de mis labios y aunque sea incomprensible por retrógradas y vaya en contra de quien en su egoísmo cree tener posesión de algo es mi fascinación y enaltación al ego propio que disfruto de compartirla y saciar la fantasía de aumentar el orgullo de saber que tu placer obedece a mi afán. 


Pocas personas se ocupan de la satisfacción de quien aman más que de la propia y aquí aquella gran diferencia entre, de manera egoísta limitar y esclavizar y mascotizar su pareja, y los que de manera segura, altruista y constructiva de su ego comparte su ser más preciado, la felicidad de quien ama, por ello compartirte hace parte de la expresión máxima de mi egoismo, compartirte aumente el ego mismo de saberte mía disfrutando libre de la más grandiosa satisfacción del ser: dar amor, recibir placer, no en un acto déspota mercantil de intercambio de condenas que muchos llaman fidelidad, sino en la libertad de expresar la pasión y fascinación de sentir el placer de ser ajeno a verdugos y contratos y dueño de su propio ser para darse el privilegio de perder razón y preocupación para alcanzar el placer de sentir. 


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