De vida y muerte, debido final.

De vida y muerte, debido final.

    La mañana era joven y una aún más, una a quien devotamente consagro mis suspiros y quien no falta en mis fantasías temerariamente decía frente a mis ansias de su ser que el sentido de la vida irremediablemente era la muerte, con lo que mi asombro gobernó sobre mis letras y aquel otro que también la desea respondió que sí así fuere entonces hemos de morir ya, y darle sentido a la vida misma que me condena ajeno a su piel.

    La muerte en sus inocentes labios se creía gobernante de la mágica vida por imponentes los suspiros frente al frío eterno de la soledad que ella misma crea. La muerte no puede ser el sentido de la vida, aunque sí es aquella quien le dota de sabor, fuego y pasión. La muerte le da valor a la vida, tan solo cuando se piensa en la fría muerte se valora el febril suspiro de la vida, solo en dúo se aprecia la importancia y valor de una y otra, solo frente a frente puede relucir lo esencial de cada una para la existencia humana. Sin muerte la vida pierde esencia pues todo se llena de desgano cuando se cuenta con infinidad de oportunidades y sin haber vivido la muerte jamás podrá ser aceptada con la satisfacción de merecerle.

    Contrastar ambas usualmente es de sabios, valerosos soñadores y desapegados humanos, valiosos a mi parecer, que sin resignar pero aceptando el valor de cada lágrima y sonrisa, suspiro y anhelo, grito y silencio que dieron sentido a la vida, reconocen en la muerte un justo paso consecuente con un afable latir.

    Quien ve venir la muerte con una sonrisa valiente dueño de una maravillosa vida, llena felicidad y tristeza, de amores y pasiones es. Quien reconoce la muerte como justo paso tras bella vida no puede aceptar que el sentido de ella última sea la fría prima.

    El sentido de la vida es una tarea individual. No existe aquel destino que le escriba en los renglones de cada uno. El sentido de la vida es la asignación propia que basados en las experiencias y el estridente e irrefrenable estallido entre el pecho de cada motivación podemos darle. La vida no viene determinada con llave maestra para afinar nuestro latir, es precisamente nuestro latir quien al entrar en resonancia con nuestra felicidad puede dotar de sentido nuestra vida. Es cada quien, aquel quien dota de sentido la vida propia.


    La muerte da valor a la vida pero su sentido es asignación propia, es la elección de cada sentir en concordancia a su latir, es la resonancia de cada suspiro en el actuar propio, es la sincronía de razón y sentir por vivir acordes a las razones extasiantes por las que bien vale dejar de hacerlo. A bien puede medirse el valor de la vida propia con la sinceridad de la sonrisa al enfrentar la muerte. A bien puedo decir que le di buen sentido a mi vida, que cumplí mis anhelos y que feliz aguardo a mi pálida amiga habiéndome jactado de gozar de los únicos tres anhelos porqué afané mi latir, por las únicas tres experiencias por las que me aferré a vivir y los únicos tres recuerdos que dan sentido, felicidad y placer, orgullo y satisfacción a mi vida entera: el sueño cumplido en contra de la probabilidad, la sonrisa sincera del infante para quien la mejor versión del mundo pude dar y el amor desinteresado y puro de la mujer dueña de mis pasiones!



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