Curiosidad, el origen del placer.

Curiosidad: el origen del placer.

Hace ya días no me sorprendía pero viendo quien confiesa hasta un clérigo se asombra de la sinceridad que algunos llamarían cínica y que hoy aplaudo como el mayor gesto de confianza entre dos humanos que interactúan, sinceridad!

Pocos días le he cruzado la mirada en parte pocas veces mi ingerencia alcanza su orbe pero parecen muchos los suspiros en los que coincidimos. Ya le había notado, con su cabello mágico, esa mirada silenciosamente elocuente con que detalla mis palabras, el cruce nervioso de sus piernas cuando le hablo y la danza desenfrenada con que tus labios juegan con dientes y lengua cuando le miro fijamente. Es evidente que ya me había notado, en sus palabras la libertad con que enfrento temáticas tabú y coyunturales de la doble moral le cautiva, la silueta editada de mis posts y agilidad verbal con la que algunas me asocian le han dejado humedamente perpleja.

Brilla el sol de la mañana en la que me abordan sus letras, cortésmente un saludo entre nuestros roles y sin vacilar me cuestiona por los alcances de mis irresponsables comentarios. Quiere saber por si sola y no por medio de la niebla mágica que la fama me envuelve, se cuestiona sobre la conveniencia de las corrientes que le fluyen en su interior, inquieta por no comprender lo irracional de su atracción y temerosa del juzgamiento de su fantasía.

Unas letras tímidas intentan darle calificativos a la intensidad del cruce de sus piernas, el destino de sus dedos y el objetivo de su mirada. Busca palabras para explicarse a sí las ficticias excusas que tiene que recrear para no sentirse culpable por la humedad inquietante que le aborda cuando su inocente mente se ocupa de preguntas de medio y forma, de fondo y estilo acerca de mi fama.




Se define curiosa, ansiosa de conocer, se define dual entre la moral de su edad y su apellido, se define débil cuando se aferra a su ropa y fuertemente decidida a vencer su curiosidad.

Cubre su rostro de vergüenza porque cree fallar a la sociedad que criminaliza las pasiones, le cubre con su cabello mientras sucumbe a la duda, a la intriga, a la mórbida curiosidad de saber si todo cuanto le han contado, si todo cuanto ha soñado, todo cuanto sus dedos han recreado proviene de mi de manera fidedigna, me cuestiona si en algún momento aquellas fantasías a las que anhela resistirse son tan o más placenteras que todo cuanto ha para sí recreado en mi nombre le ha sido.

Sonrojado en virtud de tal halago tan solo puedo citar a Schrödinger y su gato, y darle certeza que la única manera de darse cuenta de la pasión que ha de encontrar es hallándole!

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