Abatir de olas : día segundo.

Día segundo:

Se levanta el sol ardiente y aun todo mi amor por ti no se ablanda, no arde más que tu piel la arena que mis manos sacuden el de tu traje de baño y ese asomo de brisa que te ayuda a agitar mis deseos con el contonear de tu pareo, remedo de falda, débil tela que trasluce la forma de mi mirar. 
Saliendo de la cabaña, un día completo de aventuras trasciende más Cuando me llevas a visitar aquel Castillo de batallas, rocas melladas por la lluvia y el sol, que defendieron la ciudad de indias y que has planeado con la humedad de tu deseo que esconda todo lo que estás dispuesta a mostrar... 
Pasamos entre pasillos y bajo arcos sin que deje de pensar en lo lujuriosas de tus intensiones, y no tardas en perder la prenda inmensamente satisfactoria que cubre diminutamente el cáliz húmedo de mi deseo, la veo caer con la calma y travesura característica de tu mirar, prenda negra como la noche que igual que ella abraza los canales más culpables de tu ser, ahora solo este blanco pareo traslúcido separa mi mirar de mi cielo escarlata, aquel mismo que guarda aun marcas de nuestro sol y mis dientes  
Avanza el recorrido y los marcos abovedados se hacen más ignorados por mis ojos, subes y bajas el pareo como las olas del mar afuera del fuerte, no tardas en revelar lo húmeda de tu pasión y el relieve de tu sostén. Les liberas a merced de la gravedad aquellas cumbres coronadas, aureolas caramelo que sin rezago delatan con su punta en lanza el preludio del arder de tu piel. 
Poco a poco, la discreción se ausenta, aquel deseo es más fuerte que la razón, mis ojos y mi lente optura cada pose que me brindas, una ráfaga de instantáneas son la evidencia de tu pasión entre las murallas, se pierde la ropa que nos mantiene en la moral de la sociedad que reprime su sentir, verte caminar con ese atuendo que suena a cada paso, el vibrar de tus pasos en tu piel afanan mis caricias, cada marco abovedado es un recuadro para tu silueta,  mis palabras idólatras se ocupan de gesticular mudamente palabras que hacen rebozar tu fuente con la presión de tus piernas aferrándose a mis oídos... Nunca antes había modulado tantas palabras entre ahogado sin emitir más sonido que tu gemir, tiemblan las paredes sobre las que reposan tus manos y el suelo bajo mis rodillas se bañan en placer al igual que mi rostro, apretas los bloques de roca con tu pecho y su latir mientras tu cintura realiza figuras en el aire que intento tomar sin éxito entre los rincones de tu cáliz. 
Se oyen pasos y por primera vez en tu vida no huyes de la felicidad para mantener la moral, susurro y comentarios se escuchan mientras pasan de largo dejando los amantes enajenados en su intercambio de lujuria, parece que solo dos habitan la muralla y aunque prosiguen exaltados saben que mas vale aquella fantasía hecha realidad que la reprimente moral inquisidora de Torquemada. 
Furtivos amantes inundan los pasillos por los ecos de aquella deidad que afana su transformación lujuriosa, es ahora tu garganta quien entona en lo profundo las melodías que exorcizan mis tristezas y liberan la inundación de mi saciedad, no se como puedes abatir con fiereza sin tomar respiración mientras llueve a cántaros la otrora saliva de tus labios. Aquel pareo solo es tu edecan de pasarela, disfrutas mi persecución entre la muralla en procura de una nueva instantánea que contenga tu piel, sobrepuesto y sujeto solo por la humedad de tu piel cubre el imprevisto encuentro con algún otro distraído turista y cae como manto al viento a cada instante en el que la soledad regocija la multitud de aquellos demonios de lujuria que había desatado. 
Por fin, esquina tras otra, luego de infinidad de clandestinos flashes en tus ojos escucho de tus labios una palabra simple: "aquí!", señala el punto final donde comienza la pérdida absoluta de razón y telas... 
Tu cintura entre mis manos se eleva sobre la muralla,muralla y armas parecen arder con el roce de tu piel, cadera en roca y corazones juntos desatan una ráfaga de destellos solares en tu espalda y mi pecho, la olas rasgan el mar y la brisa es la única que aparte de labios y manos envuelve nuestros cuerpos, tu húmedo interior se abate con cada uno de mis suspiros y una parte de mi, sólida y pétrea te recuerda que busco vencer la gravedad que actúa en tus para mi exorbitantes y doradas curvas tatuadas por el sol y bañadas por la mar, la arena y mi espeso amor. Pareces estar en la perpetua y periódica armonía que da cambio a la elevación  de tu cuerpo, anclada en la roca, subiendo y bajando como en  cada ola del mar cuyo único afán, como el mio en tu piel es abatirse estrepitosamente en la curvilinea arena de la playa, tu playa. 
Es difícil encontrar un ritmo entre tanto deseo y menos aún con tan variados y coreográficos movimientos de tu piernas, en menos de tres gemires ya has dado vuelta por completo, tu vientre contra la roca, luego tu cara, luego tu espalda... Pareces aquel spin atómico que independientemente de su inicio ha de girar eternamente para completar todos sus niveles de energía, no importa el equívoco sobre la pinta de tu tacón o la presión de tus piernas en mis hombros, cada abatir es más desenfrenado que el anterior, ya no se reconoce entre movimiento y acrobacia, bocas ocupadas, manos que no han dejado de gotear y tus curvas... Esas si las reconozco, como la única fuente eterna de mis deseos, redondas y brillantes, sudor, pasión y demás, cada gora que le adorna guiada por la delineada forma de tu placer son más bellas que la misma mar, que cada recuadro poético de Hemingway, que cada atardecer en los que no has estado, o al menos en los que tu ropa te ha acompañado...
¿Cómo no seguir rompiendo en esfuerzo las murallas de tu cuerpo? Es ahora tu pareo el abrazo de mi espalda azotada por la inercia de la danza circular con la que me aprisionas, pasan a ser tus rodillas quienes asfalten la roida roca que antes soportaba cañones y hoy todas las explosiones de los míos... 
Un flash me recuerda lo público de mi paraíso, al mismo, tu sonrisa y desdén le saluda no sin antes sellar con rebozo el cáliz que arde en deseo... Es hora de caminar me susurras al oído.. 
Paso a paso  tu pareo es lo único que cubre los números que dan fe de la talla de mi mayor deseo, tu cuerpo. Ya a las afueras tu piel se ha apoderado de la tela y le obliga a ceñirse al despampanante contorno de tu ser, parece ser que el atardecer que ignoro por seguir pegado de tu piel da paso quizás a la noche segunda que promete más esfuerzo físico que un día colmado de fluidos, calor y desmedidos movimientos.

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