La ventana al alma: el encuentro.

Los ojos son la ventana al alma, dicen, aunque no aplica literal para todos por igual.

Me sentía yo en un sofocante círculo de  monotonía viciada de costumbre y moral, buscando alguna bocanada de aire fresco que me alce en vuelo del fango frío al que me acostumbra la ausencia de algún amor.

Para entonces, cada amanecer corroía mi sonrisa con venales recuerdos, esa luna que acompañaba mis noches llenas de vacío no tenían más color que mis recuerdos ni más calor que mis sábanas pero eran mis únicas compañías.

En medio del silencio de la noche aquellas piernas llenaron de ritmo mis oídos el danzar de sus tacones en la caoba de aquel pasillo. Corrí a verle por la ranura de la vieja puerta, con más huellas de inclemencia que mi mirar y que ahora me separaba del cadencioso abatir de tu falda en seda que ajustada a una cintura mecánicamente ilógica y un pendular escote que regulan la dirección de mis pupilas.
Cruzando apenas el pasillo está su morada, aquella fortaleza en pastel que se enumera como 202 y tras mi boca abierta le es numeradas como primordial, se vuelve esta puerta la contención de mi palpitar, al mismo que creía extinto, mismo que enriquece mi curiosidad por conocerle.
¿quién podría ser aquella doncella de piel caramelo y de contonear mágico que ausenta las palabras y retiene el suspirar que humedece los labios y les comprime bajo los dientes que intentan retener el desborde de perversiones oscuras y pasionales que tan sólo su mirar provoca?
No pasan minutos sin que mis pupilas se afanen a hurtadillas llegar a la propia ranura de su puerta, cuya contextura resultará más firme que mis principios.
Allí está, tras la puerta, descargando sus llaves y bolsa sobre un sofá que parece una enorme bolsa en cuero pardo que recibe su cuerpo con gracia y elegancia, que ajusta su deceleración en armónico flotar de tu falda y el liberar de cada tacón.
Veo como sus excitantes uñas largas decoran sus líneas blancas con los elásticos de tu sostén, liberando la masa íntima que mis labios imploran probar, su suspiro al liberarlo se mezcla con la presión en mis labios que ahonda en mi palpitar que se afana en tanto sus delicadas manos avanzan desde sus rodillas con dirección proporcional al dilatar de mis pupilas.
Desde este lado de la puerta la temperatura aumenta de manera exponencial, cada uno de sus movimientos me hace hervir mis dedos cuando los suyos le liberan del traje que antes fantaseé y creí no borrar de mis párpados aunque para entonces desconocía el majestuoso relieve de una figura llena de curvas caramelizadas por el sol, con torneadas bajo el sudor de su sudor y avasallador por mi mirar, apoteosis la gota de agua fría que recorre su piel que baja desde sus labios producto del olvido de la Copa que le refresca...

Allí caminado de la sala a refrigerador le veo una y otra vez sustentando de manera mágica aquel encaje rojo que da forma a aquellas caderas que ahora sueño con mis labios adorar,pero más aún la firmeza de sus piernas revelan su enérgica presencia, caminar que olvida su carencia de calzado y le simula cual alto tacón... Espectáculo lujurioso que no acostumbro y que hoy gracias a la aleatoriedad de los segundos disfruto. La agilidad que demuestra con ellas, piernas fuertes y seguras de su actuar es difícilmente descrita con palabras que no hablen de la presión en mis oídos y del gotear sobre mis labios.. Que no se le mencionen como hipnotizantes y menos aún adictivas es craso error.
La separación de sus tobillos en aquellas maniobras que describe en su juguetear entre los muebles de la sala es proporcional a la agonía que me somete producto de las ansias de trascender aquella puerta que recibe la humedad de mis labios.
Mi mirada apenas se ajustaba a su piel, cuando en aquel sofá en frente mismo de la puerta se lanzó en reposo, su cabello suelto en el aire y su espalda marcada por aquellos lunares enjugan el marco de sus piernas como ventana a sus húmedas pasiones.
Tal paisaje me mueve a la desesperación, la distancia que impone esta puerta se me hace inclemente, agitarme tras ella revela mi ubicación ante sus aposentos, pero a más sorpresa mi asombro la reacción misma de tus caderas ante mi delato: miró la cerradura de la puerta y con cierta sonrisa comienza el estiramiento enfrente de la misma, cual espejo en la puerta, la secuencia de aeróbicos, ejercicios mórbida mente ejecutados para mis pupilas me llevaron a un estado de transición libio propio del orgasmo, el rotar y separar de sus piernas, liberan a cántaros el fluir de mi fantasioso mirar y cuando acudí a huir en mi vergüenza ha susurrando "no dejes de mirar.."
Pareció que disfrutaba tanto como Yo, voyerismo desconocido pero ahora compartido, satisfacción mutua tras separación de una puerta, ansiedad y magia contra la madera de su puerta y el frío metal de la ranura de la cerradura, me acojo a esta ventana para conocer su alma, sus deseos y su humedad pues la necesidad de seguir mirando había superado la vergüenza social.
Acercaba la magia de su ropa interior tan cerca a la cerradura que mi agotado respirar alcanzaba el encaje rojo que contenía su gotear, delicadas texturas de su vientre que alcanzaban a recoger mi gotear venciendo su cerradura, se aferró a la puerta con aquellas que deseo tanto en mi espalda que parecía disfrutar con el rítmico vaivén de mi auto expresión corporal, sus labios liberarán aquellos que yo en voz alta profería con desesperación de aquella piel tan cerca a la cerradura, alcanzando el éxtasis allí adentro y yo culminando afuera de tal madero separante nuestro animal instinto es sobresaltado con el asombro de su compañera de aposento! "que demonios haces en mi puerta? Espero que no deba limpiarla!" a cuatro voces me gritó aquella mujer de baja estatura y de abundante busto que se dirigió a mí sin importar el gotear en mis manos y mi pantalón abajo... "Debemos hablar tu, ella y yo!"  como orden recibí tales palabras mientras abría la puerta y me empujaba adentro sin titubear...

(continúa) 

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