Pero hoy careció de su gracia


El Coronel Lysander Stark era un hombre de estatura muy superior a la media, pero extraordinariamente flaco. No creo haber visto nunca un hombre tan delgado. Su cara estaba afilada hasta quedar reducida a la nariz y la barbilla, y la piel de sus mejillas estaba completamente tensa sobre sus huesos salientes. Sin embargo, esta escualidez parecía natural en él... la gracia de sus movimientos que se podía comparar con el juego del aire bajo las cuerdas donde penden las finas sedas en las tardes soleadas. La gracia de su caminar emulaba aquellas marionetas que los domingos entretenían a quienes recorrían las empedradas calles por donde este solía pasar saludando con aquella sonrisa a cada doña que se quedaba mirando el mecánico engranaje de sus prominentes extremidades.
Pero hoy careció de su gracia 


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