El niño que se resiste a envejecer

Algunos finales son inesperados pero todos son válidos cuando el imaginario es el adecuado!

…Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal… aun así recordó el viento en sus alas sus sueños joviales el vigor que le daba cada reto que superaba y que con el pasar de los años iba guardando en aquella maleta que en ocasiones parecía pesada, que parecía un lastre pero que ahora era el único alimento de su espíritu, trago fuerte ese sabor a barro y empeñado en su último esfuerzo separo ambas alas liberándola de la suciedad que le condenaba al suelo y alejaba la suciedad de sus temores. Sus rodillas ahora ya no estaban hincadas sus arrugas, mellas d experiencia ahora eran tersas con ayuda del barro, el color de sus ojos se mezclaba con el oleico resplandor sobre el fango, la contracción de sus músculos ahora evocaban aquellos años en los que no importaba la dificultad del reto que se emprendía y aquella coraza que había ganado por la edad se libraba revelando aquel niño que siempre guardo para sí.




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