De nuevo al fango pero al menos no olvido tu nombre.

Hoy comienza de nuevo la catarsis química a la que me arrojo como tú a mis anhelos, aquí subyace la pérdida de mi fortaleza, la misma que dedique a tu mirada y de mi felicidad, aquella que tu piel sabía resguardarla.
Aquí estoy con el más mínimo anhelo de sonreír, con la angustia de mis días venideros ajenos a tu presencia. No se movía mi corazón antes de conocerte y tras hallarte no hay segundo que deje de saltar en tu nombre, incluso ahora que te desvaneces mi corazón se rehusa a limitar mis suspiros, tuyos todos.
Aquí comienza entonces mi lamento, mi desahogo por lo que exhorto al lector a que renuncie a su intención de seguir leyendo.
Apenas despierto y mis labios sin los tuyos ya saben qué medicamento requiere, aún no lo ingiero y ya mis esperanzas rotas por tu ausencia continua por tantos meses me alientan a un mañana, alcanzar ese estado incompleto, frustrante y doloroso de saber que no te tengo pero que aprenderé a llevar con cada una de las cápsulas ingeridas, hasta que hallan más cápsulas que recuerdos, hasta que hallan más ganas de vivir que lagrimas, hasta que hallan menos reclamos que gratitudes, hasta que sea igual cada día, inmotivado, frío y gris pero al menos monótonamente predecibles.
Ando de nuevo en el fango pero me sumerjo sin revolverlos, condescendiente con nuestra voluntad de ausencias. Ando de nuevo sin ti como antes, pero con tu nombre presente, incapaz de ponérselo a algo diferente que no sean mis anhelos de verte feliz aunque duela, cosa evidente por la incoherencia de mis letras, pero feliz, aunque es triste ver como el fango se diluye con mis lagrimas al menos tu nombre no se desvanece con tu ausencia. Aferrado a tu nombre me dirijo a tu pérdida aunque sean sólo los químicos los que me den la fuerza.

primera dosis.

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